Entre Sombras y Sentimientos # Capitulo 4

¿Que me pasa?

Finales de Agosto 2004
Manhattan, Nueva York

Después de aquél horrible encuentro decidí cambiar de hotel. Aunque me encantaba aquél, cada vez que entraba en la habitación me asaltaban los recuerdos de lo que había pasado con Mathias, y no podía permitirme estar recordándolo cada dos por tres, su advertencia solo me había dejado con más curiosidad en saber qué pasaría si volvía a acercarme al humano, a quien yo aún deseaba tener.
Recogí todas mis cosas y me fui a registrar en otro hotel. Le ofrecí mi tarjeta de crédito al recepcionista y le dije que me diese la mejor habitación que tenían. No era una suite real como la de antes, pero sí era lo suficientemente lujosa. No es que me preocupasen mucho en mirar la tele y hacer vida de vaga como los humanos, pero desde que tengo memoria me acostumbré a vivir rodeada de lujos.
Lo primero que hice después de instalarme en el nuevo hotel fue buscar a Ethan y saber que había pasado, como había llegado a casa y qué era lo que sabía.
Ethan trabajaba en un bar justo al lado de la playa, cuando entré me sorprendió que me reconociese al instante, pues como no lo había encontrado por ninguna parte después de que Mathias abandonase la habitación, había pensado que de alguna manera los ángeles le habían hecho olvidar que me había conocido. Me pidió perdón por haberse ido la otra noche y me pidió salir ésa noche. Le di la dirección de mi hotel y le dije que preguntara por Elena, mi nombre en aquél año.
No estaba muy segura de que quería conseguir, pero no me sorprendí en absoluto cuando Ethan no apareció a la hora marcada. Estaba segura de que eso había sido cosa de Mathias, y no me equivoqué en absoluto. Estaba aburrida sacando toda mi ropa del armario cuando Mathias apareció en la habitación del hotel entrando por el balcón. No sabía cómo se lo hacía, pero siempre me localizaba.
-¿Qué quieres de él? –preguntó desde el marco de la puerta de la habitación.
-¿Tanto te importa eso? –dije mientras cogía un vestido del armario y lo tiraba sobre la cama.
-Si no me importase no me habría metido en tu territorio la última vez –dijo fríamente.
-Ya claro… ¿estás seguro que no lo hiciste porque estas obsesionado por mí? –pregunté intentando sonar seriosa mientras sacaba la cabeza de dentro del armario y le miraba.
-No seas tonta –dijo mientras entraba en la habitación con las manos metidas en los bolsillos y miraba la ropa que había sobre la cama-. Yo nunca me obsesionaría por alguien como tú.
-Alguien como yo ¿eh? –dije con una sonrisa pícara-. ¿Qué sabes tú de mí?
-Pues… bastantes cosas –dijo mientras sacaba una mano del bolsillo y cogía un vestido de la pilla de ropa.
-¿Buscaste mi nombre en Google pequeño? –pregunté divertida.
-La verdad es que lo pensé –dijo-, pero me di cuenta de que no sabía cuál era. –Cogió el vestido con las dos manos y lo observó con atención antes de tirarlo sobre la pila.
-¿Entonces como lo descubriste angelito? –pregunté con el ceño fruncido mientras sacaba un vestido arrugado de debajo de unas zapatillas.
-Tengo mis métodos –dijo mientras retrocedía y volvía a recostarse contra el marco de la puerta-. Y deja que te diga que no ocultas bien tus pisadas.
Pude ver en que estaba pensando, y también que le habían engañado con toda la información que le habían dado sobre mi. Yo no me llamaba Ariadna y no me había pasado un año sabático matando ángeles.
-Lo siento pequeño ángel pero yo no hice nada de lo que te contaron –dije mientras cerraba las puertas del armario y me dirigía hacía la cama con el vestido arrugado en la mano.
-¿Y tú como sabes que me contaron? –preguntó alzando una ceja.
-Tengo mis métodos –dije-, aunque lo único que debes saber es que no te aconsejo en husmear mi pasado.
-¿Por qué no? –preguntó con una sonrisa volviendo a acercarse-. ¿Temes que encuentre cosas malvadas?
Me paré a mirarlo y me mordí el labio.
-Cariño, mi vida es malvada, no necesitas investigarme para saberlo, eso lo puedes preguntar. Pero… -avancé hacía él-, no me gusta que se metan en mi vida, así que no te aconsejaría a hacerlo.
-Entonces deja de meterte tú en la mía –replicó dando un paso hacia mí.
-No es tu vida, es la suya, déjalo vivir.
-¿Y que lo conviertas en un sombra? –dijo asqueado-. Ni de coña, además su vida depende de mí, soy su guardián y lo último que haré será dejar que se vaya con una demonio que solo piensa en sexo y muerte.
-¡No hables de mi como si me conocieses! –le grité-. No sabes nada sobre mi o mi vida, así que cállate la puta boca.
-Oh… lo siento pequeña, ¿herí tus sentimientos?
Le fulminé con la mirada y sin pensármelo dos veces le pegué un puñetazo. Él reaccionó, pero no a tiempo, mi puño alcanzó su mandíbula y el impacto lo hizo girar la cara. No sangró, pero si hubiese sido un humano lo habría hecho.
Retrocedí al ver su expresión cuando me miró. No por miedo, sino por deseo. No sé exactamente que me pasó, pero sentí como algo que me atraía hacia él y me invitaba a pedirle perdón. ¡Perdón! ¡PERDÓN! Nunca antes había sentido algo así y me asustó, por primera vez en mucho tiempo algo me asustó.
Le di la espalda y tiré el vestido arrugado sobre la cama. Cerré los ojos y lancé un suspiro.
-Vete –dije mientras me llevaba una mano a la cabeza-. Déjame en paz.
Mis sentidos se habían agudizado al máximo, tanto que podía sentir las moléculas de polvo voltear en el aire, lo que significaba que podía sentir todos y cada uno de los movimientos que se realizaban a mi entorno. Aparte de eso, podía sentir todos y cada uno de los pensamientos de las personas que estaban a un radio de 20 kilómetros de mí.
Mathias dio un paso hacía mi con la mano extendida.
-¿Estas bien? –preguntó.
-He dicho que te vayas... –dije en un susurro mientras me dirigía hacia el baño y me encerraba en éste.
Para cuando salí del baño Mathias ya había desaparecido, pero increíblemente su olor predominaba en el aire. Me tiré sobre la pila de ropa que había sobre la cama y cerré los ojos. Al cabo de un rato Sergio se posó sobre mi vientre.
Nuestras mentes estaban completamente ligadas, y no necesité ni una palabra para que se enterase de lo que había pasado.
Sergio siempre fue como mi mejor amigo, desde el día en que le di una vida nueva no nos separamos nunca más y al final lo acepté como mi ghul. Sergio no sabe hablar, se comunica conmigo a través de imágenes y en aquella ocasión dejó muy clara su pregunta, lo único que pude contestarle fue que ni yo misma sabía que sentía.

Comentarios

  1. Hola te cuento que perdí mis blogs. Me cree otro (ve mi perfil).

    Saludos y cuídate

    :D

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares