El reencuentro



Nueva York, 2017 




Todas las historias suelen empezar por el principio, pero la verdad es que esta llega más que por la mitad. 



Con la cabeza apoyada contra el cristal del vagón, Katherina intentaba alejar de su mente los demonios que la perseguían conjurando imágenes de su familia. Pero ese recuerdo le dolía incluso más que el otro. 
Aunque hacía al menos un mes que habían podido poner fin a la guerra, no podía quitarse de encima los recuerdos de ésta. Cada vez que cerraba los ojos veía algún aliado perdiendo la vida de la peor manera posible o los rostros horribles de las criaturas contra las que había tenido que enfrentarse. Apenas había descansado desde entonces por culpa de las pesadillas y aunque era una diosa y no podría morir por falta de sueño, sí podía debilitarse por ello y después de lo que había visto, no le apetecía nada no contar con sus poderes. 
Cuando el tren por fin llegó a su destino, se levantó de su asiento y cogió su bolsa. A su alrededor todo el mundo se movía con rapidez, las personas recogían sus cosas a toda prisa para abandonar el vagón lo antes posible, ella en cambio, caminaba con calma, y aunque nadie lo advirtiera, caminaba como si sobre sus hombros llevara el peso del mundo entero. 
Ojalá el viaje hubiese durado más, pensó para si misma. Estaba cansada, agotada, exhausta. Lo único que quería era dormir un año entero tal y como estaban haciendo algunos de sus compañeros de batalla, pero no podía. Debía enfrentarse al presente y cuanto antes lo hiciera mejor, porque cuanto más lo alargaba peor era para ella. 
Una vez bajó del vagón se colgó su bolsa de lona sobre un hombro y caminó con calma entre la multitud de gente que había en la estación mientras intentaba organizarse. Necesitaba volver a su casa en las afueras de Nueva York para hablar con sus hijos, y después de ver a los gemelos, se transportaría a Londres y buscaría a Diego para hablar. Por todos los dioses, ni siquiera sabía qué decirle. ¿Como le explicaría que había estado luchando en una guerra que ni siquiera se había producido en la Tierra? ¿Como le explicaría que aunque había estado fuera durante tres 3 años, les había visitado a todos en sueños siempre que podía? Seguramente se sentiría traicionado y abandonado. 
Kat bufó ante ese pensamiento. Si alguien debería sentirse traicionado era ella. 
Hubiese esperado cualquier cosa de Diego, excepto que la traicionara con Lena. Siempre había confiado en él, nunca había dudado de su amor por ella, pero seguía sin entender por qué la había engañado. No entendía qué era lo que Lena tenía que él no encontraba en ella. 
Sacudió la cabeza para intentar olvidarse un poco de todo eso mientras atravesaba la estación para irse y se quedó paralizada a apenas unos pasos de la escalera que conducía hacia la salida. Apoyado en la barandilla de la entrada estaba Diego. Y no, no podía ser otra persona que se pareciera a él, Kat estaba segura de que era él, de no ser así, la estúpida sonrisa que se le había asomado en los labios no hubiese sido tan genuina. Cómo lo había echado de menos. 


Diego sonrió levemente cuando leyó el mensaje de Lena diciéndole que se llevaría al pequeño al parque. Se apoyó en la barandilla para contestarle mientras se olvidaba de todos los problemas con los que acababa de lidiar. Pocas personas podían hacerle olvidarlo todo, y su hijo era una de ellas. Aun con una leve sonrisa en los labios, le contestó a Lena y con un mini suspiro se guardó el móvil en el bolsillo y alzó la cabeza para seguir su camino hacia el tren cuando la vio. 
–Kat.. –susurró involuntariamente sin quitarle los ojos de encima a la mujer que estaba a unos pasos de los pies de la escalera que él justo iba a bajar. 
Su mente no acababa de procesar lo que estaba pasando, ¿seria un fantasma? ¿una alucinación? ¿lo habrían drogado los Nephilim en su reunión? No podía creérselo. Sintió como un par de lagrimas bajaban involuntariamente por sus mejillas 
Se quedaron un par de segundos así, mirándose el uno al otro. Kat no podía borrar la estúpida sonrisa de su rostro y Diego ni siquiera fue capaz de moverse, al menos, hasta que ella lo hizo. 
Kat acortó la distancia que la separaba del pie de las escaleras y Diego las bajó sin quitarle ojo de encima ya que temía que si lo hacía, ella desaparecería. 
–Estás viva –murmuró al llegar abajo. 
Kat sintió como esas palabras se le clavaban en el pecho. ¿Por qué nunca le dije donde fui? se preguntó cabreada "Porque no querías que acabara muerto como la mitad de los nephilim, subterraneos y dioses que perdieron la vida a tu lado en la batalla” se lo recordó una vocesita. Dio un respingo cuando los atroces recuerdos de la batalla la inundaron y sin darse siquiera cuenta de lo que hacía, soltó su bolsa, corrió los escasos metros que los separaban y lo abrazó con todas sus fuerzas. 
Diego la rodeó con sus brazos y se estremeció al comprobar que era ella de verdad y no fruto de su imaginación. Era real, estaba allí, con él. La apretó con fuerza contra su cuerpo y dejó que su olor lo embriagara. 
Como si acabara de darse cuenta de lo que había echo, Kat se apartó de Diego a regañadientes y retrocedió un paso. 
–Perdona, no sé qué me ha pasado, yo… –se le rompió la voz y se frotó el brazo izquierdo con la mano derecha– lo siento. 
Diego quiso alargar el brazo para tocarla, su mente seguía sin creerse que ella era real, pero se contuvo y la observó. Físicamente no había cambiado mucho salvo por su pelo, que ahora lo llevaba corto y rizado en las puntas y su mirada, tenia un tono más oscuro de lo normal. 
–Eres tu –dijo en un susurro – estás viva. 
Kat se estremeció ante sus palabras y se obligó a tragar las lagrimas que amenazaban con caer. Sus palabras le recordaban lo cerca que había estado de perder la vida y lo ultimo que quería era dejar que sus pesadillas la atormentaran también despierta. 
–Lo siento –repitió. En verdad se sentía muy tonta porque esas eran las únicas palabras que conseguía encontrar. En su mente pasaban imágenes de cuando los había visitado en sueños y había visto como al principio Diego no se daba por vencido y estaba dispuesto a encontrarla. Había sido tan duro verlo llorar en los recuerdos de Zarek–. Yo... iba a explicártelo, yo.. –suspiró intentando encontrar las palabras adecuadas–, es difícil de explicar y no pretendo que lo entiendas –bajó la cabeza unos segundos antes de volver a acortar la distancia entre ambos y volver a abrazarlo–. Lo siento –susurró contra su pecho. 
Y esta vez se quedó ahí abrazándolo, esperando a que él la apartara y deseando que no lo hiciera. 
Mientras la observaba hablar poco a poco Diego volvió en sí, sintió como su mente volvía a la realidad y todos los recuerdos de los tres años que ella estuvo fuera lo atormentaron. 
–¿Donde has estado? –preguntó mientras la aferraba con fuerza–, han pasado tres años. 
Algo en su interior le decía que tenían que separarse y hablar seriamente pero fue incapaz de apartarla. No quería apartarla ya que el contacto la hacía real. 
Al cabo de unos minutos Kat se obligó a apartar su cara de su pecho para poder mirarle a la cara, pero dejó sus brazos alrededor de su cuerpo. No le dejaría ir a menos que él le indicara que se apartara. 
–Fue todo muy rápido, yo.. quería habértelo dicho pero no pude, me necesitaban y no podía esperar, de verdad que no.. –explicó atropelladamente mientras los sucesos acudían todo en tropel a su mente. Styxx la había estado visitando durante meses pidiéndole ayuda y ella se había negado las dos primeras veces, ya que la primera estaba embarazada y la segunda Zarek apenas era un crío y no estaba dispuesta a abandonarlo siendo tan pequeño, pero en su ultima visita, Kat fue incapaz de negarse. 
Lo recordaba como si hubiese sido ayer mismo, Styxx se había aparecido ante ella echo un desastre, su piel estaba llena de moratones y se le notaba que no había dormido en varios días. Su ropa de combate había visto mejores días y aferraba con fuerza su espada en la mano. Intentó que él se calmara, porque apenas podía entenderle ya que hablaba atlante a la velocidad de la luz y la verdad es que ella nunca había aprendido el idioma, pero él estaba exaltado y asustado, algo que no había visto nunca. Cuando se calmó, le explicó muy rápidamente que estaba pasando y la verdad es que tal y como él se lo ponía, la cosa parecía muy fea, hasta el punto de que varios panteones se habían aliado e incluso los Nephilim y los subterráneos se habían unido a la guerra. 
–Escucha, Kat –había dicho Styxx mientras se llevaba una mano a la cabeza, era como si alguien le estuviese hablando en ese momento y él intentara bloquearle el paso–, sé que tienes familia, y sé por la cara que tenías cuando llegué que no estás bien, pero de verdad que te necesitamos. Nos han acorralado en un mundo donde casi nunca sale el sol y tu eres nuestra diosa de la luna y de la noche, estamos completamente atrapados y no sé como Ash ha conseguido mandarme aquí, pero sabemos por qué lo ha echo, contigo a nuestro lado seremos más fuertes, te necesitamos -y le tendió su mano para que ella se la cogieran. 
En ese momento Kat sabía que no podía negarse. No podía simplemente darle la espalda a sus amigos. Pero tampoco podía abandonar a su familia. Quiso llorar al darse cuenta de que la existencia de su familia dependía de que los abandonara en ese momento, ya que si sus enemigos invadían la Tierra, tal vez no le quedaría familia de la que disfrutar. 
Tragándose las lagrimas que se moría por dejar caer, se cambió la ropa a su armadura y se armó hasta los dientes ya que no sabía si dónde la llevaría Styxx contaría con la integridad de sus poderes. En cuanto sus manos se tocaron, abandonó la Tierra y fue entonces cuando empezó una de las peores travesías de su vida, una de las que seriamente pensó que no volvería. 
Volvió al presente y se dio cuenta de que seguía entre los brazos de Diego y que él la miraba esperando una explicación. 
–Sé que debería habértelo dicho, pero habrías querido venir y no podía dejarte venir, no podía dejar que nada malo te pasara –apoyó su frente en su pecho–. Y estaba tan tan tan enfadada contigo, Diego, que no supe como manejar la situación y no podía volver –se apartó y volvió a mirarle a la cara–. Después vi que te iba bien con la hadita –no pudo evitar hacer una mueca al pensar en Lena–, y ¿qué sentido tenía decírtelo? Supongo que encontraste en ella lo que yo no pude darte. 
Diego no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar sus palabras, aún no estaba seguro donde había ido pero por sus palabras a él no le gustaría mucho la respuesta a esa pregunta. Sonaba a algo relacionado con pelear y no le gustaba ni lo más mínimo que ella estuviese envuelta en temas de esos. Después mencionó a la “hada” y sus palabras solo le hicieron sentirse más culpable cuando recordó ese primer beso que se habían dado, que había molestado muchísimo a Kat y que ni siquiera pudo explicarse porque ella había desaparecido. Pero lo que más le dolía era que en el fondo, aunque le hubiesen obligado a besar a Lena, él no le había echo ningún asco, de echo, muy a su pesar le había gustado y eso le hacía sentirse aun más culpable. 
–Debiste habérmelo dicho Katherina –dijo dolido–, te pude haber perdido –y entonces fue cuando perdió el control y alzó la voz–, ¡te perdí por ter años! ¡Pensaba que estabas muerta! 
Enseguida se dio cuenta de que estaba gritando y se auto obligó a controlarse ya que estaban en un lugar publico y peor aún, rodeados de mundanos. Se apartó de ella retrocediendo un paso. Kat quiso protestar, pero se obligó a no decir nada, no estaba en posición de pedirle nada, pero le dolía verlo así, dolido, fuera de control, se pasaba las manos por el pelo como si intentara encontrar una solución a algo que por el momento, no la tenía. Se quedó en silencio mirándole, temiendo que la rechazara, pero para su sorpresa, él volvió a acercarse y la miró muy serio. 
–Te entiendo –dijo con un suspiro–, pero… me duele, no sé cómo.. –le costaba encontrar las palabras. 
Kat le miró seria y volvió a abrazarse a si misma, porque sus manos ansiaban volver a rodear el cuerpo de Diego y no dejarle marchar nunca, pero desde hacía años que sabía que él había rehecho su vida. Se debatió consigo misma porque no sabía qué decir a continuación, pero era Diego, nunca le mentía, ¿le ocultaba cosas? A veces, para que no se preocupara, pero nunca le mentía. 
–Fue todo tan horrible –le dijo en un susurro–,tenía miedo de no volver y cuando te diste por vencido, me dije a mi misma que era lo mejor, porque a lo mejor no volvía de esa guerra y decírtelo solo te haría más daño –suspiró y se auto abrazó con más fuerza–. A Zarek le caía bien Lena y aunque la haya odiado, sé que él le importa y que no le haría daño y que si yo no regresara... –se le rompió la voz al pronunciar esas palabras pero se compuso enseguida–, ambos tendríais a alguien –bajó la mirada–. Lo que no pensé es que volvería ... –y no os tendría, pensó para si misma. 
Diego frunció el ceño ante sus palabras, no sabía si estaba molesto, pero sí seguía dolido, y ahora al comprobar que no estaba muerta tal y como había pensado, le dolía incluso más. 
–No me di por vencido –soltó de golpe–, solo tuve que superarlo por Zarek, darle estabilidad, estar presente en su vida –los recuerdos de ese primer año en el que viajó por todos los sitios que se le ocurrieron que podía estar Kat lo abordaron y quiso gritar de impotencia, porque en el fondo sabía que aunque la hubiese buscado por todo el planeta, si ella no quería, él nunca la encontraría. 
Como era incapaz de asimilar que ella no quisiera ni verlo, la única conclusión que aceptó fue que había muerto, y una vez lo asimiló, buscó la mejor manera de criar a su hijo. Él nunca había insistido mucho en el tema, nunca le hacía muchas preguntas sobre su madre, pero cuando las hacía, Diego nunca había sabido qué contestarle ya que no quería creer que estaba muerta pero tampoco quería decirle a Zarek que volvería cuando ni siquiera sabía si era verdad, así que se había limitado a decirle la verdad, que no lo sabía, pero que estaba seguro de que si ella pudiese, estaría con él. 
Nunca había tenido tanta responsabilidad, se suponía que lo iban a hacer juntos y cuando ella desapareció, la única persona que tenía a su lado era Lena. Ella le había dado todo su apoyo desde el principio sin pedirle nunca nada a cambio. Ella le había ayudado a criar a su hijo, había soportado sus berrinches, e incluso había dejado de lado parte de su vida para ayudarle. Habían formado un buen equipo durante un año entero hasta que lo inevitable acabó por pasar. Formalizaron su relación y Lena se mudó a vivir con ellos. Habían pasado dos años desde entonces. 
Kat se sintió fatal al escuchar sus palabras. Le entendía mejor de lo que podía decirle. En la Tierra apenas habían pasado tres años, pero donde ella había luchado un día en la tierra equivalía a una semana. Contando que tenían un respiro cada dos, tres semanas, cada vez que podía descansar y visitarlos en sueños, todo había cambiado. 
Kat deseaba volver atrás en el tiempo y hacerlo de otra manera, pero eso no cambiaría nada, no sabía qué había detonado esa guerra y si no hubiese ido, quien sabe cómo habrían acabado las cosas. Tampoco tenía el poder de volver atrás en el tiempo y aunque lo tuviese, hacía mucho tiempo había aprendido que aunque puedas hacer algo, no significa que debas. Uno debía aprender a vivir con sus propias decisiones. 
–No pretendo que todo vuelva a ser como era –dijo alzando la mirada. Había llegado al punto de que no sabía qué decirle y eso la asustaba. Seguía estando cabreada con él, muchísimo. Cada vez que se lo imaginaba siendo feliz con la hadita sentía que le clavaban un puñal en el corazón, pero no podía hacer nada para cambiarlo porque ella se lo había buscado–. Tenía pensado ir a verte en cuanto hablara con los gemelos y bueno, hablar sobre el régimen de visitas de Zarek, si no os importa me gustaría poder explicarle yo lo sucedido. 
Estaba siendo demasiado fría en lo que respectaba al tema, en realidad lo que quería era coger a Diego, arrastrarlo donde fuese que estuviera Zarek y abrazarlos con fuerza a ambos hasta quedarse exhausta, pero había perdido completamente la oportunidad de hacer algo así. 
Diego se quedó quieto, mirándola. ¿Ya estaba? ¿Eso era todo? No sabía exactamente que había esperado, pero sin duda algo más. ¿Acaso ella no quería solucionar las cosas? 
–Claro –dijo desconcertado mientras se pasaba una mano por el pelo–, ahora está con Lena pero le digo que te pasarás luego por nuestra casa, por si no.. 
–Ah, mí casa –dijo Kat entre dientes sin poder evitarlo. Era una estupidez, pero le dolía que dónde ella había dormido y sido feliz, ahora lo fuese Lena. 
Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de lo que había echo. Le estaba picando. Sabía que no debería haber abierto la boca pero le fue imposible. 
Diego retrocedió un paso ante el ataque y la miró serio. 
–¿Qué querías que hiciera? –le preguntó casi gritando. Apretó los dientes con fuerza para controlarse–. ¿Tenía que llorarte toda la vida? ¿Cambiarme de casa? Mientras tú estabas por ahí, yo estaba criando a nuestro hijo. Lena fue la única persona que me ayudó. 
Kat dejó escapar una sonrisa con sorna ante sus palabras. No podía creer lo que le acababa de decir. ¿Acaso no había entendido nada de lo que le había dicho? ¿Acababa de decirle que había estado “por ahí”? 
Diego se arrepintió de sus palabras en el momento que las soltó. Pero aun y así, estaba cabreado. No lo había sabido con certeza hasta ahora, pero estaba muy cabreado con ella. Los había abandonado a su suerte. Una vocecita en su interior no dejaba de repetirle que no había sido por elección propia, pero en ese momento no atenía a razones. Le daba igual todo, lo único que quería era que a ella le doliera tanto como le dolía a él. 
–¿Por ahí? –le gruñó Kat furiosa en voz baja. Sabía que no debería seguir por esa linea, ella había provocado esa discusión y podía ver en sus ojos que él se había arrepentido casi al instante de las palabras que había dicho, pero en ese momento estaba demasiado furiosa–. Perdona por haber tenido que irme a salvar el planeta, joder –le dijo mientras alzaba las manos. En ese momento se dio cuenta de que su piel había adquirido su especial tono azulado y maldijo entre dientes antes de cerrar los ojos y respirar hondo un par de veces. 
Diego quiso acortar la distancia entre ellos y disculparse, no quería discutir, pero se quedó petrificado donde estaba al ver como ella perdía el control y su piel cambiaba de color. Incluso sus ojos se habían vuelto rojos por un momento. Incapaz de moverse o hablar, miró a su alrededor por si alguien más se había fijado, pero las personas que pasaban a su lado parecían completamente ajenas a lo que estaba pasando. 
Kat sintió como su piel volvía a la normalidad y suspiró aliviada al comprobar que nadie se había fijado en ese pequeño cambio, sin embargo, algo en su interior se había disparado y en ese momento supo que no podía quedarse mucho más tiempo ahí. 
–Tengo que irme –le dijo con la voz rota mientras intentaba mantener sus poderes a raya con todas sus fuerza–, me paso luego a por Zarek. 
Y desapareció. 
Diego sintió como si algo en su interior se rompía. Había visto el miedo en los ojos de Kat justo antes de que se desvaneciera, lo que le hizo preguntarse qué era lo que estaba mal con ella. ¿Qué le había pasado? 
Se fijó en que la bolsa que ella había dejado caer al suelo antes de abrazarlo aún estaba en el mismo sitio y cuando estaba a punto de recogerla, esta desapareció ante sus ojos tal y como su dueña había echo hace un momento. 
Exasperado y cabreado, se dirigió hacía el tren que lo llevaría de vuelta al aeropuerto, deseando que Kat cumpliese con su palabra y los visitase ese mismo día más tarde. 


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