Las chispas




Londres, enero 2018 




Sentada en la pequeña terraza cubierta del Café Dolly, Kat miraba la lluvia caer con cierto nerviosismo. No podía concentrarse en el libro que había dejado sobre la mesa y no dejaba de preguntarse por qué el tiempo no avanzaba con más rapidez. 
Con un bufido apartó la mirada de la lluvia que seguía cayendo a raudales e intentó volver a concentrarse en su libro. Leyó la misma linea una y otra vez, pero le era imposible concentrarse, ni siquiera sabía por qué se había cogido el libro ya que desde que había vuelto siempre le pasaba lo mismo. 
Con un suspiro guardó el libro en su bolso y volvió a fijar su vista en la lluvia. Como echo de menos Londres, pensó para sí misma mientras dejaba que el sonido de la lluvia la relajara. Se había mudado otra vez a Nueva York ya que no soportaba la idea de encontrarse a Diego y Lena por casualidad de paseo amoroso por Londres, y como los Destinos no eran precisamente sus amigas, estaba segura de que de haber seguido en Londres se los habría encontrado más de una vez, así que para evitar desastres había vuelto a Nueva York y dividía su tiempo entre su casa de las afueras y su piso en el centro. Cada vez que estaba en casa aprovechaba al máximo el tiempo con sus hijos gemelos, Aaron y Alexey y con su grande gato, Logan. 
Aaron y Alexey tenían apenas 4 años cuando ella se presentó ante la Clave y pidió su custodia ya que sus padres habían muerto en acto de servicio. Tras varios días de deliberación y gracias a todos los acuerdos que habían echo a lo largo de los años, la Clave le otorgó la custodia de los gemelos con la única condición de que se asegurara de que completaban su entrenamiento Nephilim. No queriendo robarles esa parte de sus vidas, Kat los había criado en su casa de Florida y los gemelos habían asistido a su entrenamiento en el Instituto de Florida. Hoy día la Clave los había destinado a Nueva York (de ahí el echo de que Kat tuviese otra residencia en la ciudad) y a sus casi 28 años, ambos eran excelentes cazadores. 
Logan era un tigre de bengala que había acogido cuando era apenas un bebé. Kat recordaba ese día como recordaba el nacimiento de su hijo. Se había ido de viaje con varios amigos humanos a la India y se había separado del grupo deliberadamente para matar a un par de demonios. Estaba a punto de matar al demonio contra el que se enfrentaba cuando el pequeño tigre le mordió en el tobillo. Incrédula al darse cuenta de que el pequeño animal la había atacado, el demonio aprovechó para clavarle una daga en el muslo, pero fue el único daño que le hizo, ya que Kat acabó con su existencia antes de que pudiera vitorear su ataque. 
Sin saber qué hacer con la pequeña cría, intentó localizar los progenitores de esta, ya que tenía entendido que los tigres no solían abandonar sus crías, pero después de un par de días perdió la esperanza y intentó buscarle un hogar en cualquier centro de rehabilitación de animales, pero al ver el horror que pasaría el pobre animal allí, insegura y contra todas las leyes mundanas, lo había transportado a su casa en las afueras de Nueva York, la cual contaba con un enorme jardín y un pequeño y privado portal que permitía el felino disfrutar de libertad a su antojo en su habitat natural. Logan era un tigre bastante feliz la mayor parte del tiempo. 
Esbozó una sonrisa triste al rememorar su reencuentro con sus hijos. Después del encontronazo con Diego en la estación se había transportado directamente al salón de su casa de Nueva York, y en menos de un segundo Alexey la había inmovilizado contra el suelo y le había puesto una espada serafín contra el cuello. 
Al darse cuenta de quien era, el chico había arrojado la espada lejos de ambos y se había pegado a ella como una lapa mientras lloriqueaba. Kat sonrió con ternura mientras se incorporaba para sentarse en el suelo con su hijo entre sus piernas y se relajó mientras le acariciaba el pelo con suavidad y le tranquilizaba. Aunque demostraba ser un tipo duro, Alexey era uno de los seres humanos más sensible, amable y honesto que había conocido en su vida. Kat apenas recordaba la ultima vez que lo había visto llorar, y sin embargo, ahí estaba, aferrándola con tanta fuerza que Kat pensaba que le iba a partir una costilla o algo parecido. 
Como si sintiera la angustia de su hermano, Aaron entró en el salón corriendo gritando el nombre de Alexey y se quedó paralizado al ver la escena. Kat alzó la mirada y le dedicó una sonrisa triste antes de tenderle una mano para que se les uniera. Sin pensarlo siquiera, Aaron corrió junto a ellos y se sentó a su lado antes de abrazarla con fuerza también. 
–Sabía que nunca nos dejarías –dijo con una débil sonrisa mientras le daba unas palmaditas a su hermano en la espalda–. Te dije que seguía viva. 
Alexey bufó ante su comentario pero no se movió. 
Se quedaron así durante al menos media hora. A Kat se le rompió el corazón al darse cuenta del dolor que compartían los hermanos, pero una vez más, no podía volver atrás en el tiempo, quien sabe qué les hubiese pasado si ella no los hubiera abandonado. 
Se estremeció al dejar que los recuerdos de la guerra asomaron por su mente devolviéndola al presente y cerró los ojos con fuerza antes de causar cualquier incidente en el plano humano. Se sintió tentada a transportarse a Katoteros para pasar el rato mientras esperaba la hora para ir a buscar a su hijo, pero siempre que se iba allí perdía la noción del tiempo, siempre había algo que hacer, algún crío que vigilar, y conversaciones importantes que mantener. Conversaciones que pensaba evitar hasta al menos dentro de un par de meses, ya que no quería recordar todo lo que había vivido, de echo, lo único que quería era pasar el máximo de tiempo posible con Zarek. 
Sonrío al pensar en el pequeño. Estaba enorme, había crecido muchísimo y aunque le costaba admitirlo, Diego y la estúpida de la hada lo habían echo de maravilla juntos. Zarek era respetuoso, simpático y un crío muy sonriente. Se había mostrado encantado con su vuelta y no había echo preguntas muy complicadas, simplemente había querido entender donde había estado y le suplicó por favor que lo llevara donde ella estuvo. Incapaz de negarse a sus peticiones, le prometió un viaje, aunque no decidió el lugar hasta que Styxx le propuso que se lo llevara a Italia o Grecia, cualquiera de los dos sitios funcionaria. 
Siempre había querido llevar a Zarek a Katoteros para que conociera su familia, pero con todo lo que había pasado, el pequeño no conocía del todo su historia y Kat quería asegurarse de que Zarek supiera toda la historia antes de conocer a todo el mundo. 
La campana de la iglesia que estaba al otro lado de la calle sonó marcando las tres de la tarde, con un suspiro Kat se levantó, recogió sus cosas y emprendió camino al apartamento que solía compartir con Diego. Una vez dentro del edificio, se transportó directamente a la puerta del ático y picó al timbre esperando que no se la abriese Lena. 
Escuchó a Diego y Zarek hablar al otro lado de la puerta y sonrió instintivamente. Al cabo de unos minutos, Zarek abrió la puerta con una sonrisa y se tiró en sus brazos. 
Kat lo abrazó con fuerza y contuvo las lágrimas que asomaron en sus ojos. Dejarle había sido lo más difícil que había echo en su vida. 
–¿Nos vamos de viaje? –le preguntó Zarek cuando se apartó de ella y la miró a la cara. 
–Por supuesto –le contestó con una sonrisa. 
Zarek la cogió de la mano y la arrastró al interior del apartamento. Kat contuvo un maldición al ver lo mucho que había cambiado. Se sorprendió al no encontrarse ni con Diego ni con Lena en ninguna parte y siguió a Zarek hasta el salón con una sonrisa, dejando su bolso sobre el sofá. El niño empezó a hacerle mil preguntas sobre el viaje y Kat sonrió mientras intentaba memorizarlas todas para contestárselas con calma ya que él hablaba tan rápido que ni siquiera le daba tiempo a contestarle. 
Aun no había decidido donde irían exactamente ya que entre Italia y Grecia prefería mil veces Italia, pero sin duda Grecia era lo más parecido a donde vivía… pero de todas maneras, siempre podrían visitar los dos países. 
–¿Ya sabes dónde vamos? –preguntó Zarek emocionado. 
Kat asintió con la cabeza mientras ponía la camera de fotos del móvil y preparaba la camera de video. Les había prometido a Styxx y Bethany que les enseñaría la reacción que tendría el pequeño. 
–¿Dónde? ¿Dónde? –insistió Zarek saltando. 
–Nos vamos a Roma, Italia –le dijo Kat con una sonrisa mientras le hacía cosquillas. 
Zarek soltó un grito y empezó a retorcerse por las cosquillas mientras se reía. 
–¡Nos vamos a Roma, qué guay! –gritó Zarek entre risas mientras intentaba huir de sus cosquillas. 
Kat sonrió y se apartó un poco para dejarle coger aire. Zarek aprovechó ese descanso para levantarse y correr. Kat accionó el modo video con el móvil y lo siguió mientras Zarek se reía, feliz. Lo encontró estirado en la cama de la habitación principal del apartamento y le hizo cosquillas mientras le grababa y le preguntaba donde iban de viaje. Zarek parecía muy contento con las noticias y cuando le preguntó qué quería hacer en Roma el pequeño le declaró su amor por el helado. Kat estaba tan absorta en Zarek y en el momento que estaban compartiendo que cuando sintió que alguien se acercaba se tensó. Enseguida guardó el móvil y alzó a Zarek en brazos dispuesta a protegerlo, pero reconoció los pasos de Diego y se relajó mientras le revolvía el pelo al pequeño. 
–Primero tienes que despedirte de papá y su novia, pero sí, vamos a comer mucho helado y a visitar muchos sitios –le dijo con una sonrisa mientras lo dejaba en el suelo. 
Zarek salió corriendo hacia donde estaba Diego. Kat se demoró un par de minutos en la habitación mientras su cerebro asimilaba los cambios. Puso cara de asco al ver una fotografía de la hadita y Diego juntos encima de la mesilla y se obligó a abandonar la estancia antes de hacer cualquier estupidez de la que más tarde se arrepentiría. 
–Como te vas a ir sin despedirte de mí –escuchó que le decía Diego a Zarek mientras lo abrazaba con fuerza–. Portate bien con tu madre, ¿vale? –le dijo mirándole a los ojos antes de besarle en la frente y dejarlo en el suelo–. Ya le diré a la tía Lena que te has ido de viaje. 
Kat reprimió una mueca al escuchar las palabras de Diego y se adentró en el salón. Zarek corrió hacia ella y le abrazó con fuerza las piernas. 
–¿Puedo llevarme mis juguetes? –preguntó con su peculiar acento infantil que hacia que a Kat le diera un vuelco el corazón. 
Kat le acarició la cabeza y miró a Diego buscando su aprobación, al fin y al cabo, tampoco quería imponerse a la autoridad de Diego. 
–Por supuesto –dijo este. 
Kat se arrodilló delante de Zarek y le acarició la mejilla. 
–Pero no te cojas muchos, porque así podré comprarte muchos más –a Zarek se le iluminó la cara y salió corriendo hacia su habitación con una sonrisa enorme.
Kat se levantó y suspiró antes de enfrentarse a Diego. 
–Quería decirte antes que viajaríamos, pero no he tenido la oportunidad de hablar decentemente contigo –desvió la mirada y la pasó por el apartamento–. La ultima vez que nos vimos dijo que quería ir donde estuve –suspiró–, y como no puedo llevarlo.. ahí –hizo un gesto hacia arriba refiriéndose a las otras dimensiones– me sugirieron un par de sitios y aunque no lo tengo muy claro aún, definitivamente vamos a Roma y quien sabe después nos pasaremos por Grecia y un par de países más de Europa… la verdad es que es lo más parecido a casa y bueno… espero que no te importe. 
¿Por qué le das tantas explicaciones? Le preguntó una vocesita en su interior. 
–Que va, me parece genial –Diego se encogió de hombros–, necesitáis pasar tiempo juntos –se pasó una mano por el pelo despeinándoselo un poco–. Le he explicado un par de cosas sobre ti y los Dioses, pero siempre es mejor aprender de primera mano, ¿no crees? 
Kat asintió con la cabeza. 
–Quiero ir contándole las cosas poco a poco, es mucha información y quiero que disfrute de su infancia lo máximo posible –le miró seria–. Me gustaría hablar sobre sus estudios ¿tienes un momento? 
Diego asintió con la cabeza mientras le hacía un gesto hacía el sofá que Kat denegó. 
–No lo he inscrito en ninguna escuela porque tenía miedo de que no fuese capaz de controlar sus poderes, así que Lena y yo le hemos estado enseñando en casa. 
Kat asintió mientras ordenaba las ideas en su cabeza para poder explicárselo todo a Diego de la mejor manera posible. 
–Había pensado en pedirles a los Nephilim que ayuden con su educación –le informó Kat–. No quiero que aprenda a luchar a menos que lo elija él, pero sí me gustaría que aprendiera los peligros que hay en el mundo. Los Nephilim nos deben un par de favores –se estremeció levemente al recordar por qué le debían favores y se abrazó a si misma–, así que no creo que se opongan, pero quería saber qué opinas al respeto. 
Kat pensó que se moría mientras veía que Diego asimilaba la información en un silencio demasiado largo. 
–No había pensado en relacionarlo con los Nephilim, aunque me parece una buena opción –volvió a pasarse la mano por el pelo–. Al fin y al cabo, yo no puedo hacer mucho para ayudarlo con sus poderes y todo eso. 
En su tono Kat pudo notar lo triste que se sentía por no poder formar parte de ese pequeño mundo que unía a Kat con su hijo. Diego era fácil de leer y aunque por su postura daba a entender que le daba igual, su tono de voz siempre lo delataba, aunque él no lo quisiera. 
–Si quieres puedo enseñarte un par de trucos para ayudarle con sus poderes –se ofreció antes de poder siquiera pensar en qué estaba haciendo. Desvió la mirada al darse cuenta de que él podía rechazar su ayuda y se maldijo a si misma porque en el fondo deseaba que Diego accediera–. Dado que hay días que debo asistir a varias reuniones en Katoteros y tu tienes tu trabajo, he pensado que podría asistir a las clases básicas de los Nephilim y cuando os vaya bien a vosotros vengo y le enseño como usar sus poderes y a ti como ayudarle a él. 
Se atrevió a mirarle y se perdió en su mirada, que seguía clavada en ella. Había echado muchísimo de menos la manera en como Diego la miraba siempre que estaban juntos, lo hacía como si no hubiese nadie más en la habitación que ella, como si ella fuese todo lo que necesitara. Y aunque en esos momentos no notaba lo mismo que antes, seguía teniendo cierto brillo especial cuando la miraba. 
Le pareció que había pasado una eternidad cuando Diego le contestó. 
–La verdad es que me encantaría –acabó diciendo–. Muchas veces me he sentido como un inútil al no saber como ayudarle cuando sus poderes se manifiestan. 
–El fin de semana pasado volvió a mover objetos mientras dormía así que empecé a quitarle los poderes por la noche para que duerma más tranquilo –le informó Kat. 
Diego la miró sorprendido. 
–¿Puedes hacer eso? ¿Quitarle los poderes? 
–Puedo quitárselos e incluso dárselos a otras personas –le informó mientras se acariciaba el brazo. En el fondo había esperado que Diego se acordara de los poderes que ella poseía. 
–¿Qué clase de poderes crees que tendrá? –preguntó curioso. 
–Bueno, está claro que tiene telekinesis y estoy segura de que no tardará mucho en poder leer mentes si es que ya no escucha voces en la cabeza –suspiró mientras hacía memoria–. Cuando sea un poco más grande podrá teletransportarse, aunque necesitará un buen entrenamiento para eso. Aún y así, todos los que he mencionado suelen ser poderes naturales de un Dios. A partir de aquí puede desarrollar des de el control de un elemento a cualquier poder que puedas imaginar. Nunca me he parado a analizar la esencia de sus poderes, pero sean los que sean podremos ayudarle a controlarlos. 
Diego se limitó a asentir ante la explicación que Kat le ofrecía esperando que ella pudiese dejarle más tranquilo referente a los poderes del pequeño, pero no había sido así, ya que si ella no era capaz de saber de qué sería capaz Zarek, ¿como podría ayudarle si no sabía a qué se enfrentaba? 
Kat vio la preocupación en el rostro de Diego y estuvo tentada a acercarse para tranquilizarlo, pero no sabía como reaccionaria él así que se mantuvo donde estaba, cambiando el peso de una pierna a otra. 
Diego dio un paso hacia ella y enseguida se detuvo antes de dar media vuelta y dirigirse a la cocina. 
–¿Quieres tomar algo? –le preguntó mientras sacaba una taza del armario y sacaba una bolsa de sangre de la nevera–. Ven, ponte cómoda como si estuvieses en tu casa. 
Kat agradeció que Diego estuviese de espalda y no pudiese verla, porque al escuchar sus palabras, su expresión por un momento fue delatadora. Si ella no se equivocaba esa seguía siendo su casa. La puta escritura del apartamento seguía a su nombre. Respiró hondo un par de veces y se acercó a la encimera de desayunos que separaba la cocina del salón. Apartó un taburete y se sentó. 
–No quiero molestar, la verdad, ya te he robado bastante tiempo.. –su voz acabó por desvanecerse. 
Diego sacó la taza del microondas cuando este pitó y le dio un trago. 
–Soy mi propio jefe –le dijo con una sonrisa mientras dejaba la taza encima de la encimera–. Como beneficio, ya sabes que controlo mi propia agenda –se volvió y abrió la nevera para inspeccionar su interior–. Tengo zumo de naranja, fruta, yogurt, tarta de ayer.. 
Kat aprovechó que Diego estaba distraído para observar el apartamento. Aparte de juguetes por todos lados, la decoración era bastante similar a la que tenían cuando ella vivía allí, sin embargo habían dos muebles que antes no existían y también había un montón de marcos con fotos. Fotos de Diego con Zarek, solo de Zarek, y las que más le llamaron la atención, fotos de Lena con Diego y Zarek. En las fotos se veía que el pequeño apreciaba a Lena y Kat la envidió porque debería ser ella la de las fotos. 
–Café está bien –susurró Kat con la vista fija en la única foto de ella con Zarek que había en el salón. Era una foto de poco antes de que se fuera, estaba jugando con Zarek en la yerba y ambos sonreían muy felices. 
Diego puso la maquina en marcha, se giró para seguir con la conversación de la educación de Zarek y se quedó pasmado al ver que pasaba lo mismo que en la estación, Kat había perdido el control de sus poderes. Tenía la mirada fija en el marco de fotos que Diego había insistido en mantener en el salón para que Zarek pudiese ver a su madre siempre que quisiera, pero su piel no era del color normal, sino que había adoptado ese tono azulado que solo había visto en un par de ocasiones, ocasiones en las que Kat había perdido completamente el control. 
–Tiene más fotos tuyas en su habitación –le dijo intentando llamar su atención. 
Kat por fin le miro y Diego se estremeció al comprobar que sus ojos habían cambiado del castaño al rojo sangre. 
–¿Qué? –le preguntó–, perdona, estaba distraída. 
–La fotos –dijo Diego. Aunque sabía que Kat no estaba bien, no se atrevía a acercarse ya que entre ambos las cosas no estaban del todo bien. No habían vuelto a estar a solas desde que se encontraron en la estación en Nueva York y no habían podido acabar la conversación que aun no habían empezado–. Tiene muchas más tuyas con él y sin en su habitación. 
–¿Ah si? –Kat sonrió al escuchar lo que le dijo Diego y enseguida su piel y sus ojos volvieron a la normalidad–. Gracias por no dejar que se olvidara de mi. 
Diego se dio la vuelta para coger la taza de café y dársela a Kat. Ella alargó la mano para cogerla y cuando sus manos se tocaron, Kat alzó la mirada y se encontró con la de Diego. En contra de su voluntad, Kat escuchó los atropellados pensamientos de Diego al instante. 
“¿Por qué no me hablas como antes? Sabes que puedes confiar en mí. Yo jamás te haría daño intencionadamente. Estás tan guapa y te he echado tanto de menos. Zarek está muy feliz desde que has vuelto. Ojalá no tengas que irte. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti? Ojalá poder irme de viaje con vosotros. Tienes un brillo diferente en los ojos, ¿qué te ha pasado?” 
Kat apartó la mano como si el contacto le quemara y el rostro de Diego se ensombreció, ¿tanto asco le daba que no podía ni tocarlo? Kat quiso decirle el por qué, pero fue incapaz de hablar. Diego dejó la taza en la encimera delante de ella. 
–Eres su madre y eres maravillosa –dijo Diego mientras se apoyaba en la encimera–, nunca intentaría sustituirte, Katherina. 
Kat saboreó esas palabras y se estremeció al escuchar como Diego pronunciaba su nombre. Solo lo hacía en dos ocasiones, cuando estaba cabreado con ella o cuando ella estaba cabreada con él e intentaba calmarla. En esa ocasión, supuso que era la segunda ya que no había levantado siquiera la voz, de echo, su tono había sido bastante cariñoso, como sus palabras. 
Incapaz de pronunciar cualquier palabra, Kat se limitó a mirarle mientras rodeaba la caliente taza de café con sus manos. Cómo lo había echado de menos. Había añorado sus abrazos cada día. Su voz, sus estúpidos cabreos relacionados con su seguridad, pero sobretodo, había añorado su sonrisa. Esa que le había robado el corazón. 
Inconscientemente, ambos se acercaron el uno al otro hasta que apenas les separaba un palmo. 
–Ojalá no hubiese tenido que irme –dijo Kat en un susurro antes de poder contenerse. 
Imbécil. La criticó una vocesita en su interior. 
–Pero has vuelto –susurró Diego a su vez–. Es lo único que importa. 
Nunca habían estado tan cerca desde ese primer encuentro en la estación y Kat deseaba volver a probar sus labios, Diego podía ver ese brillo especial que adquirían los ojos de Kat cuando estaba a punto de besarle y deseó poder dejarse llevar, deseó no tener una persona que confiara en él ahí fuera. La historia volvía a repetirse y sin embargo, en este momento ansiaba besar a Kat como nunca había ansiado besar a Lena. 
Sintió que Kat se acercaba un poco más y se estremeció cuando su olor lo embargó, esa esencia a flor de cerezo lo envolvió y dejó la taza que llevaba en las manos encima de la encimera para acariciarla. Kat se tensó al ver que alzaba la mano pero no se apartó, así que sin pensarlo Diego le acarició la mejilla con los nudillos y disfrutó de la reacción de ella, que cerró los ojos y esbozó una leve sonrisa al sentir la caricia. En ese momento si le pidiese la luna ella se la bajaría sin pensárselo. No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que Diego le limpió las lagrimas que le bajaban por la mejilla y lo siguiente que supo fue que se estaban besando. No estaba segura de si había sido él o había sido ella, pero en ese momento le daba igual, había querido besarle desde el primer momento que lo vio y ahora que volvía a probar sus labios, no quería separarse. 
Dejó la taza de café sobre la encimera y se incorporó en el taburete para poder agarrarle del cuello y acariciar su cuero cabelludo mientras sus lenguas jugueteaban ferozmente la una con la otra como si estuviesen compitiendo por quien era más rápido, profundo y placentero. 
Sin poder reprimirse, Kat le mordió el labio inferior a lo que Diego respondió con un ronco gemido, antes de besarle de nuevo, esta vez más lenta y profundamente. 
Y no le hubiera importado seguir así todo el día si un ruido a su espalda no la hubiese puesto en alerta. 
En el vano de la puerta que daba al pasillo, al otro lado de la estancia, Zarek les miraba con una sonrisa en los labios y una expresión de confusión en el rostro. A sus pies había un par de figuras de acción que Kat supuso que había sido el ruido que había escuchado. 
Se bajó del taburete y se encaminó hacía Zarek intentando alejarse todo lo posible de Diego, ya que su mente le exigía que volviera donde estaba Diego y le rogara que volviera con ella. 
Kat recogió las figuras de acción del suelo y se las tendió. 
–¿Papá se viene con nosotros? –le preguntó el pequeño emocionado. 
Kat se negó a mirar a Diego, que se había acercado a donde estaban. 
Ojalá. Pensó una voz en su interior. 
–No puedo, pequeñajo –dijo Diego arrodillándose delante de Zarek para abrazarlo–. Pero estoy seguro de que te lo pasarás tan bien que ni siquiera me echarás de menos. 
Zarek puso cara de pánico al escuchar esas palabras y se aferró a su cuello. 
–Sí te echaré de menos –dijo con un gritito infantil. 
A Kat se le rompió el corazón al verlos juntos y deseó poder unirse al abrazo, pero se contuvo. 
Cuando por fin se separaron, Zarek se abrazó a una de sus piernas y Kat le acarició el pelo. 
–¿Estás listo para irnos? –le preguntó. 
Zarek asintió con la cabeza y le tendió una mochila naranja pequeña en forma de dragón. Kat se la colgó al hombro y lo cogió en brazos. 
–Bueno… te llamo cuando hayamos llegado a Roma –le dijo Kat a Diego mientras se enfrentaba a su mirada. Había esperado encontrar arrepentimiento en sus ojos, pero no fue así. 
Diego se pasó una mano por el pelo. 
–Kat, yo.. –empezó Diego. 
–No te preocupes –dijo ella sacudiendo la cabeza mientras cogía su bolso, que descansaba sobre el sofá–, no tenemos por qué hablar de ello –vio que Diego hacía ademán de decir algo más, así que le cortó ya que si se ponían a hablar del tema, no se iría nunca–. Tenemos que irnos. 
Diego asintió con la cabeza y esbozó el fantasma de una sonrisa. Le alborotó el pelo a Zarek a modo de despedida y los acompañó a la puerta. 



Nueva York, afueras, 2018




Kat suspiró mientras doblaba las ultimas camisetas que Zarek había escogido de su armario y las ponía en la maleta. Podía escuchar como jugaba con los gemelos y Logan en el jardín y una sensación de paz la invadió. 
Cerró la maleta y se dirigió a la terraza que daba al jardín y sonrió al ver como los tres se entretenían jugando a futbol con Logan, que los perseguía emocionado. 
Se sentó en la barandilla de la terraza y se recostó contra una columna mientras dejaba que las risas de los chicos la envolvieran. Escucharlos le transmitía una tranquilidad que no había sentido en años y no podía sentirse más feliz.
Dejó que su mente divagara y por primera vez no fueron los horribles recuerdos de la batalla los que acudieron a su mente, sino los recuerdos anteriores a eso, recuerdos que tenía de cuando sus hijos crecían, recuerdos de Zarek empezando a gatear y escaparse a todas horas de su vista, recuerdos de Diego y ella siendo felices. Se estremeció al recordar el beso que se habían dado apenas unas horas atrás, en Londres. Se sentía un poco culpable por haberle mentido, pero la verdad es que si se hubiese quedado habría acabado por sucumbir a aquella parte voz que le pedía a gritos que le suplicara a Diego que volviese con ella, y eso no podía hacerlo. 
No porque no quisiera estar con él, sino porque sentía que no tenía ningún derecho a hacerlo cuando él ya había rehecho su vida y era evidente que era feliz. 
Sin embargo, estaba claro que ambos tenían una conversación pendiente, y no es como si Kat pudiese evitarlo toda la vida, al fin y al cabo era el padre de su hijo y en un momento de debilidad había acordado ayudarle con Zarek y sus poderes y Kat no era una de esas personas que solían echarse atrás con sus palabras. 
Suspiró para desentenderse de todo lo que estaba por venir y se incorporó para fijar su mirada en sus hijos, que habían dejado la pelota de futbol de lado y se encontraban estirados boca arriba en el jardín con la respiración acelerada. 
Kat sonrió y se transportó a unos pasos de ellos para poder escuchar lo que hablaban. 
–¿Entonces no sois como yo? –preguntó Zarek. 
Aaron sonrió y Alexey dejó escapar un suspiro. 
–No, nosotros tuvimos otra mamá –le explicó Aaron. 
Zarek se giró y se incorporó para mirar a los gemelos. 
–¡Qué guay, dos mamás! –volvió a estirarse boca arriba imitando los gemelos–. ¿Y por qué vivís aquí tan lejos? 
–Nosotros somos Nephilim, vamos allá dónde nos manda la Clave –explicó Alexey. 
Zarek frunció el ceño y escudriñó el cielo. 
–No te entiende si le hablas así –le regañó Aaron a su gemelo–. Trabajamos aquí cerca –le dijo a Zarek–, por eso vivimos lejos. 
El pequeño asintió con la cabeza y estiró sus brazos uno a cada lado hasta que encontró las manos de cada uno de los gemelos. 
–Ojalá pudierais venir con mamá y conmigo de viaje –dijo con esa vocesita infantil que le derretía el corazón a Kat–, me gusta mucho jugar con vosotros. 
En ese momento Logan apareció junto a Kat caminando lentamente y se restregó contra su muslo hasta que Kat bajó una mano para acariciarle entre las orejas, donde sabía que le gustaba. 
En ese momento Alexey se incorporó y miró a Zarek con una sonrisa en los labios.
–Os lo vais a pasar muy bien sin nosotros y cuando vuelvas estaremos aquí para jugar –dijo antes de empezar a hacerle cosquillas. Zarek empezó a retorcerse mientras se reía y le pedía ayuda a Aaron, que se incorporó y haciendo caso omiso a los grititos de Zarek también empezó a hacerle cosquillas. 
Logan dejó escapar un ronco ronroneo mientras disfrutaba de las caricias y cuando decidió que ya no quería más, se acercó a donde estaban los chicos y les pegó un lametazo a Aaron y a Alexey antes de ponerse sobre Zarek como protegiendole. Zarek alzó una mano para acariciarlo pero se detuvo a medio camino al percibir lo grande que era Logan. Como si oliese su miedo, Logan bajó la cabeza para que Zarek le tocara y el pequeño enterró la mano en su pelaje mientras sonreía. Logan le dio un lametón en la cara que hizo que Zarek se riera y lo abrazara. 
Kat recordó la primera vez que Zarek conoció a Logan. Nada más verlo se había asustado y escondido detrás de ella, Logan en cambio se había acercado muy lentamente a ambos y se restregó contra las piernas de Kat mientras esta le decía al pequeño que no hacía falta tener miedo, que él no se acordaba, pero Logan lo había cuidado miles de veces cuando era un recién nacido. 
Alentado por las palabras de su madre, Zarek había extendido su pequeña mano hacia Logan que la olió y se la lamió antes de restregar su cabeza contra esta. La expresión del pequeño fue indescriptible, un brillo se le asomó en los ojos y ganó confianza suficiente para acercarse más al animal. 
Kat no podía estar más contenta, Logan era bastante celoso con su espacio y siempre que Kat traía visitas a casa, el animal se aseguraba de hacerle saber que no le gustaba la compañía rugiendo, pero tal y como ella había previsto, el animal se acordaba de Zarek. 
–¿Por qué tienes un tigre? ¿Por qué no un perro o un gato? –le había preguntado el pequeño mientras acariciaba a Logan. 
Kat se arrodilló delante suyo para poder mirarle bien. 
–La verdad es que mamá no quería un animal, Logan simplemente apareció y como no tenía donde ir lo traje aquí –le dijo con una sonrisa. 
–¿Pero por qué? 
Kat alzó al mano y acarició a Logan en el cuello. 
–Pues no lo sé –le contestó con sinceridad–, deberías preguntárselo a Logan, él lo sabrá mejor que nadie. 
–¿Nos entiende? –le había preguntado el pequeño fascinado. 
–Estoy segura de que si –le contestó Kat en un susurro. 
Desde entonces, siempre que se quedaba con ella, Kat se lo había encontrado más de una vez hablando con el animal de varias cosas o simplemente jugando con él o enseñándole sus juguetes. También se los había encontrado durmiendo juntos más de una vez y eso le derretía el corazón, ya que solo corroboraba su versión de que Logan recordaba a Zarek de cuando este era un bebe. 



Roma, 2018 




Maravillada con lo bien que iba todo, Kat sonrió mientras observaba como Zarek miraba fascinado el Coliseo. Llevaban ya una semana en Italia, y más concretamente dos días en Roma y la verdad es que Kat no podía estar más feliz ya que Zarek se interesaba por todas las historias que le contaba y aunque no era del todo sincera con él por razones obvias, cuando se trataba de su familia no dudaba en explicárselo con todo tipo de detalles. 
–¿Podemos entrar? –preguntó Zarek muy emocionado. 
Kat asintió con la cabeza con una sonrisa y se dirigió hacia la taquilla donde compró dos entradas y se pusieron en la cola. 
Mientras esperaban en la cola Zarek le iba haciendo preguntas sobre la ciudad y los diferentes Dioses romanos. Aunque no conocía la mayoría, si conocía sus nombre y sus funciones, que no distaban mucho de los griegos. 
–Pero no entiendo, ¿por qué Diana es de la luna? Tu eres de la Luna también –dijo Zarek con una mueca. 
–Verás, cada panteón tiene a sus propios dioses –le explicó Kat mientras avanzaban en la cola–, ¿recuerdas que te hablé de tu tío Estigio? –Zarek asintió con la cabeza–. Su esposa también es Egipcia, así que comparte panteón. 
–¿Puedes hacer eso? –preguntó fascinado-, es como tener dos casas. 
Kat sonrió ante su raciocinio. A sus 4 años, Zarek tenía una habilidad para aprender y comprender las cosas de a su alrededor. Diego le había comentado que Zarek aprendía demasiado rápido y siempre le había parecido que crecía mucho más rápido que los niños humanos. Que ella supiera nunca había existido un cruce de razas como el suyo con Diego entonces no tenia ni idea de como seria el crecimiento de Zarek pero si estaba segura de que las observaciones de Diego eran correctas, Zarek crecía y aprendía más rápido que cualquier niño humano. 
–Es como tener dos casas, sí –dijo con una sonrisa mientras avanzaban en la cola. 
Acabaron la tarde con la visita al coliseo donde Kat intentó explicarle para qué lo habían usado los romanos en el pasado. Zarek se mostraba curioso por el mas mínimo detalle y aunque Kat había evitado a toda costa los romanos a lo largo de su vida, se sabía un par de detalles que el guía no explicaba. 
Después de cenar, obviamente pizza, en un restaurante cerca de la plaza Novona, Zarek parecía cansado y aún les quedaban unos minutos a pie hasta llegar al hotel, así que Kat le cogió de la mano y decidió transportarlos a un callejón cercano al hotel. Emprendieron camino hacia el hotel cuando Kat sintió que alguien les seguía. Se giró para enfrentarse a su seguidor justo cuando alguien cogió a Zarek y tiró de él hacia atrás haciendo que se separaran. 
Zarek gritó y Kat se giró para enfrentarse a quienquiera que fuese tan estúpido para cabrearla. 
– Suéltalo –dijo con un gruñido. 
El demonio sonrió mientras rodeaba la cintura de Zarek con una mano y le cogía la cara con la otra. Zarek estaba completamente paralizado pero Kat podía ver el miedo reflejado en sus ojos. 
– Mamá –susurró antes de que las lágrimas asomaran por sus ojos. 
– Me parece que no –dijo alguien a su espalda. 
Kat se giró y alzó una mano hacia el demonio que había hablado a su espalda sin dejar de prestar atención al que tenía agarrado a su hijo. 
– Suéltalo y os dejo marchar vivos –dijo Kat casi en un susurro. 
El demonio sonrió y le enseñó los dientes. Aunque tuviese aspecto humano, allí donde los humanos tenían dientes, ellos tenían una fila doble de dientes afilados. Eran demonios Gallu. 
Kat maldijo entre dientes mientras retrocedía para poder tener a ambos demonios en su campo visual. 
– Hoy no es tu día de suerte –dijo el demonio mientras la atacaba. 
Kat esquivó su ataque y lo empujó hacia atrás antes de manifestar un par de puñales. El demonio siseó antes de volver a atacarla, esta vez alcanzándola y tirándola al suelo. Zarek gritó. Kat le clavó el puñal en el abdomen al demonio, y se giró para ver como Zarek se resistía al agarre del demonio que lo sostenía. La distracción le supuso un par de puñetazos en la cara. Intentó quitárselo de encima pero el demonio la cogía por ambas muñecas. Kat se retorció hacia abajo y le pegó un rodillazo en la entrepierna. El demonio ni se inmutó y se inclinó sobre su brazo derecho para morderlo. Kat siseó cuando sintió como los dientes del demonio rozaban su piel y le pegó un cabezazo. El demonio se tambaleó y Kat aprovechó para levantarse y patearlo un par de veces antes de manifestar una espada y hundirsela en la cabeza. No lo mataría pero sí lo dejaría fuera de juego. 
Se giró hacia donde estaba su hijo con el otro demonio y el corazón le dio un vuelco cuando vio que Zarek había podido liberar sus manos y forcejeaba con el demonio. Este intentaba morderle y Zarek lo alejaba con sus diminutas manos empujando la cabeza del demonio. 
– Suéltalo –gritó Kat mientas volvía a manifestar sus dagas. 
Mientras corría hacia donde se encontraban, Kat pudo ver como de las manos de Zarek salía lo que le pareció un rayo que hizo convulsionar al demonio y ambos cayeron al suelo. Enseguida llegó a su lado y cogió a Zarek en brazos para después atravesar el cráneo del demonio con una daga. 
Zarek temblaba en sus brazos y Kat no podía controlar las lagrimas que se le acumulaban detrás de los ojos. 
Lo abrazó con fuerza y sin siquiera pensarlo se transportó a su templo en Katoteros.


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